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R. Descartes

Abreviatura de la frase, cogito ergo sum, «pienso, luego existo», con la que Descartes enuncia:


1) la primera verdad claramente y distintamente conocida, que es a la vez primera verdad de su sistema filosófico (ver texto);

2) la afirmación de que fundamentalmente el hombre es una sustancia cuya esencia es pensar (ver texto).

Normalmente se entiende a la manera de una expresión intuitiva de la evidencia que el sujeto tiene de sus actos mentales. Aunque su formulación parece expresar una consecuencia, «existir» (sum) y «pensar» (cogito) son más bien dos intuiciones que parecen simultáneas. Descartes expone la evidencia que tiene de sí mismo como pensamiento en Discurso del método (IV parte: «yo pienso, luego soy»); en Los principios de la filosofía (I, 7) y en Meditaciones metafísicas (Meditación II: «yo soy, yo existo», «yo soy una cosa que piensa»).


Según mantiene la filosofía analítica, el enunciado de Descartes debe analizarse desde la perspectiva de la función performativa del lenguaje. Un enunciado es performativo cuando se hace verdadero en el momento de pronunciarse («yo pienso, yo existo»); y, en este sentido, sostiene Descartes que su «cogito» es necesariamente verdadero, siempre que lo dice o piensa (Meditación II). Si esto es así, entonces, dicen los analíticos, de cualquier enunciado puede deducirse la existencia de quien lo pronuncia: «Río, por tanto existo» sirve tanto como «Pienso, por tanto existo». La lección de Descartes, no obstante, consiste en que es posible dudar de todo cuanto no es sólo pensamiento. La evidencia inmediata de la propia existencia va unida, según él, sólo al hecho de pensar, no al contenido de lo que se piensa. La expresión cartesiana tiene un precedente histórico en Agustín de Hipona, quien recurrió a enunciados parecidos para combatir el escepticismo de su tiempo (ver texto).


La apercepción trascendental de Kant (ver texto) se remite al «cogito» cartesiano, como sujeto a priori que es de todo conocimiento posible: ser consciente de algo, o conocer algo, implica como condición de posibilidad no sólo un objeto, sino también un sujeto, como conciencia, en donde se unifiquen todos los conocimientos. La diferencia fundamental entre Kant y Descartes es que, para el primero, este sujeto -como sustancia pensante- no puede ser conocido, sino sólo pensado, mientras que, para Descartes, la res cogitans es la primera verdad de su sistema y lo primero que es conocido como una idea clara y distinta.