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Nacimiento:1 enero 1889en VienaMuerte:1 enero 1951en Cambridge

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Filósofo austríaco-británico, nacido en Viena en una familia de la alta burguesía industrial de ascendencia judía, rica y culta. Educado por tutores en su propia casa hasta los catorce años, tras acabar los estudios secundarios en Linz, estudia ingeniería aeronáutica en Technische Hochschule de Berlín-Charlottenburg y posteriormente en la universidad de Manchester, hasta 1911. Sus intereses se desplazaron de la aviación a la matemática y, de ésta, a sus fundamentos; la lectura de Los principios de matemática, de Russell le lleva a la filosofía. Visita en 1911 a Frege y estudia con Russell, en el Trinity College de Cambridge, durante el curso de 1912 a 1913 -conocido es el enorme impacto que la brillantez de su inteligencia causó en Russell-, forma parte del famoso grupo de «The Apostles», y conoce y trata también a G.E. Moore y a J.M. Keynes.

Acabados estos estudios, se marcha a vivir como un solitario a Noruega, donde se dedica a sus primeras investigaciones lógicas, hasta que al iniciarse la Primera Guerra mundial se enrola como voluntario en la artillería austríaca y, en 1918, es hecho prisionero de guerra del ejército italiano en el frente del Tirol. Para entonces ya había redactado en notas, escritas durante la campaña y guardadas en cuadernos en su mochila, el que había de ser su Tractatus Logico-Philosophicus. Encerrado en Monte-Cassino, logró enviar una copia del manuscrito a Russell y, ya liberado, ambos filósofos se citaron en La Haya, en 1919, para analizar su contenido. Dando por acabado el libro, cuyo título inicial era La proposición, pero que se publica primero en alemán en 1921 con el título, inspirado por G.E. Moore, de Logisch-philosophische Abhandlung, y luego en inglés en 1922, abandona la filosofía, renuncia a la sustanciosa herencia familiar y trabaja, hasta 1926, como maestro en diversos pueblos de la baja Austria, época que no consideró especialmente feliz. Poco después conoce a Moritz Schlick, iniciador del Círculo de Viena y a Rudolf Carnap y a otros miembros del Círculo, y reinicia su actividad filosófica, presentando su Tractatus como trabajo para el doctorado, que obtiene en Cambridge. Da clases durante unos años en Cambridge y escribe Anotaciones filosóficas y Gramática filosófica, y del trabajo intelectual de esta época surgen nuevos enfoques filosóficos que cristalizan en Los cuadernos azul y marrón (publicados después de su muerte, en 1958, y así llamados por el color de las tapas de los cuadernos de notas). Tras un viaje a Rusia, con la intención quizás de establecerse allí, se dirige de nuevo en 1936 a Noruega, donde permanece nueve meses e inicia la redacción de Investigaciones filosóficas, su obra más importante, que supone además, un cambio de orientación en su filosofía. Regresa a Cambridge y, tras la anexión de Austria por Alemania, en 1938, adquiere la nacionalidad británica, se le concede la cátedra de filosofía, en Cambridge, como sucesor de G.E. Moore, que no ocupa por tener que prestar servicios como ayudante de hospital durante la Segunda Guerra mundial. Acabada la guerra, reanuda su actividad como profesor en Cambridge, que abandona en 1947, ahora definitivamente. Pasa un tiempo en Irlanda, donde retirado de toda actividad académica termina la redacción de Investigaciones filosóficas (que se publica en 1953), y ocupa parte de su tiempo en amaestrar pájaros. En 1949 se le manifiesta un cáncer y pasa sus últimos años con sus amigos en Cambridge y Oxford, conversando y trabajando dentro de lo posible en cuestiones de teoría del conocimiento. Su obra De la certeza corresponde a apuntes de estos últimos tiempos.

En su pensamiento filosófico se distinguen claramente dos etapas: la que corresponde a la redacción de Tractatus Logico-philosophicus y la que se inicia a partir de 1929 y culmina con la redacción de su obra más importante, Investigaciones filosóficas (ninguna de las obras de este segundo período se publicó en vida de Wittgenstein); ambas tienen su correspondiente influencia posterior, sobre el Circulo de Viena la primera y sobre la filosofía analítica la segunda.

El Tractatus, obra escrita en forma de aforismos enumerados según el sistema decimal de clasificación, contiene siete proposiciones fundamentales. De ellas, las dos primeras -«El mundo es todo lo que acaece»; «Lo que acaece, el hecho, es la existencia de los hechos atómicos»- se refieren al mundo y a la realidad, mientras que las cuatro siguientes son el desarrollo de su lógica y de su teoría del lenguaje; la última proposición, la conocida y enigmática frase «De lo que no se puede hablar, mejor es callarse», cierra el libro marcando el límite de lo que se puede pensar y decir (la proposición).

Aunque la mayor parte del Tractatus habla de lógica y lenguaje (de la proposición), los párrafos iniciales tratan del mundo y de la visión metafísica del mundo, en términos de lo que Russell llama atomismo lógico. Mundo -totalidad de los hechos (ver cita)- y lenguaje -totalidad de las proposiciones (ver cita)- comparten una misma estructura lógica común y Wittgenstein relaciona realidad, lógica y lenguaje mediante tres conceptos fundamentales: hecho atómico, figura lógica y proposición.

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El constituyente último del mundo son los objetos, o cosas, las entidades que percibimos con los sentidos; los objetos son simples y forman parte de los hechos atómicos. El hecho atómico (en alemán, Sachverhalt; en inglés, atomic fact) es la combinación o relación de objetos o cosas; éstos son la sustancia de que está hecho el mundo, su constituyente básico. Pero lo que puede conocerse de las cosas del mundo es sólo «lo que acaece», esto es, las combinaciones o relaciones de cosas y objetos: los hechos atómicos, o hechos simples y los hechos compuestos de simples, o simplemente hechos, cuyo conjunto constituye la realidad. (ver cita).

Paralelamente, el lenguaje opone, a las cosas del mundo, nombres; a los hechos atómicos, proposiciones simples y a los hechos complejos, proposiciones compuestas. El lenguaje tiene la propiedad de representar, como en un espejo, la realidad del mundo; el lenguaje es imagen del mundo porque tiene capacidad pictórica, o capacidad de representación o configuración (Abbildung); cuando por medio de proposiciones describe hechos, sus elementos «reproducen» y «representan» la misma relación que establecen los objetos en los hechos atómicos. Lo que hace posible este isomorfismo entre lenguaje y realidad es la participación en una misma figura lógica, o estructura, común.

La proposición -el signo con que expresamos el pensamiento- representa un estado de cosas (=hecho atómico); si este estado de cosas es real, la proposición es verdadera, y el conjunto de todas ellas describe el mundo (ver cita).

Sólo las proposiciones, y no los nombres, son significativas y muestran la forma lógica de la realidad (ver cita); por ser «como flechas orientadas a las cosas» las proposiciones tienen sentido, aun en el caso de que sean falsas, porque siempre describen lo que acaece en el mundo. Y sólo describiendo lo que acaece puede una proposición tener sentido. Las que no describen hechos, carecen de sentido (aunque puedan ser verdaderas). Éstas son de dos clases: la primera clase comprende las tautologías, o enunciados necesariamente verdaderos, que nada dicen respecto del mundo (o sus negaciones, las contradicciones); la segunda clase comprende aquellas proposiciones que no comparten la figura lógica con la realidad que pretenden representar. Y esto último sucede de dos maneras: porque se da «a un signo un sentido falso», una mala orientación, construyendo enunciados que contienen signos carente de significado (ver cita), como sucede con las proposiciones mal construidas o con las de carácter metafísico, o, simplemente, porque apuntan a objetos que quedan fuera del mundo, trascienden el mundo, queriendo expresar lo inexpresable, como pasa con las proposiciones sobre ética (ver cita), y aquellas que quieren esclarecer el sentido del mundo (ver cita).

En resumen, sólo las proposiciones de las ciencias empíricas tienen sentido; la lógica consta únicamente de tautologías, y toda proposición sobre ética o metafísica es carente de sentido. El análisis filosófico ayuda a esclarecer el sentido de las proposiciones del lenguaje ordinario; las del lenguaje filosófico, en cambio, las declara carentes de sentido; aun las del propio Tractatus, una vez comprendidas y aplicadas, deben desecharse como carentes de sentido (ver cita).

La segunda etapa filosófica, aquella que permite hablar de un «segundo Wittgenstein», se polariza en torno a Investigaciones filosóficas y algunas obras o apuntes de obras que las preparan, como Los cuadernos azul y marrón (de 1933-1935).

Wittgenstein renuncia a la concepción especular del lenguaje; el lenguaje no refleja el mundo ni tiene como único objetivo describir el mundo: no es sino una forma de conducta entre otras, con pluralidad de funciones: ordenar, describir, informar, hacer conjeturas, contar historias, hacer teatro, contar chistes, adivinar enigmas, etc., cada una de las cuales puede describirse como un «juego de lenguaje» (Sprachspiel). Las proposiciones son significativas no porque sean (sólo) «figuras» de la realidad, sino porque son expresiones de estos «juegos de lenguaje»: los diversos y variados usos a que sirve el lenguaje, que, igual como sucede con los juegos, manifiestan como característica común un cierto aire de familia que los asemeja, a saber, se someten a reglas, pero cada cual a las suyas propias. Por esto, el significado hay que buscarlo, no en la verificabilidad de lo que se dice, sino en el «uso» que se hace de las palabras: «El significado de una palabra es el uso que de la misma se hace en el lenguaje» (Investigaciones, § 43). En definitiva, es el contexto lo que da sentido a las palabras. La mayoría de errores filosóficos provienen de confundir los contextos o de juzgar un contexto por las reglas de otro (como en los juegos, las reglas se respetan; cambiarlas es cambiar de juego). Todo el lenguaje consiste en multitud de juegos de lenguaje, y el lenguaje correcto es aquel que observa el recto uso de las reglas. Pero toda palabra tiene sentido, si es empleada en su contexto. El sentido lo dan las reglas de uso, tal como, en el ajedrez, el sentido de cada una de las piezas lo dan las reglas que describen sus movimientos.

Wittgenstein abandona la posición del Tractatus, que enfoca el lenguaje como representación de la realidad, entendida desde la perspectiva metafísica del atomismo lógico, para explicarlo, en la etapa de las Investigaciones lógicas, como un producto de la conducta humana, que debe interpretarse gramaticalmente, esto es, desde la pragmática; como tal producto, los «juegos de lenguaje» son parte de una actividad humana o de una «forma de vida» (Investigaciones, § 23).

Muchos autores creen que no se interrumpe una continuidad de base entre una y otra etapa. La primera insistiría en la clarificación del lenguaje mediante el análisis de la estructura lógica oculta de las frases del lenguaje ordinario; la segunda, en descubrir y describir cuáles son los juegos de lenguaje, esto es, los contextos, que suponen las diversas proposiciones. En ambos casos desaparecen los problemas filosóficos; en el primero como resultado de una actividad terapéutica que consiste en aclarar las proposiciones a través de un lenguaje lógico ideal (ver texto); en el segundo, aclarando el significado recurriendo al contexto. Desaparecen en el Tractatus, porque el metafísico ha de percibir que usa palabras sin sentido determinado; en las Investigaciones, porque se obliga al metafísico a usar sus palabras de acuerdo con los contextos originarios del lenguaje común: «Cuando los filósofos usan una palabra -«saber», «ser», «objeto», «yo», «proposición», «nombre»- y procuran captar la esencia de la cosa, hay que preguntarse siempre: ¿se usa realmente así, en algún caso, en el lenguaje de donde toma origen?» (Investigaciones, §116).

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Bibliografía

Del autor

  • Wittgenstein, Ludwig, Cartas a Russell, Keynes y Moore. Taurus, Madrid, 1979.
  • Wittgenstein, Ludwig, Conferencia sobre ética. Paidós, Barcelona, 1989.
  • Wittgenstein, Ludwig, Diario filosófico. Ariel, Barcelona, 1982.
  • Wittgenstein, Ludwig, Investigaciones filosóficas. Grijalbo, Barcelona, 1988.
  • Wittgenstein, Ludwig, Lecciones y conversaciones sobre estética, psicología y creencia religiosa. Paidós, Barcelona, 1992.
  • Wittgenstein, Ludwig, Los cuadernos azul y marrón. Tecnos, Madrid, 1976.
  • Wittgenstein, L., Philosophical Investigations. Blackwell, Oxford, 1963.
  • Wittgenstein, Ludwig, Sobre la certidumbre. Tiempo Nuevo, Buenos Aires, 1973.
  • Wittgenstein, Ludwig, Sobre la certidumbre. Tiempo Nuevo, Buenos Aires, 1973.
  • Wittgenstein, Ludwig, Tractatus Logico-Philosophicus. Alianza, Madrid, 1985.

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