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Nacimiento:1932en París

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Filósofo francés nacido en 1932. Director del Colegio de Filosofía, profesor y presidente de la Escuela Especial de Arquitectura de París, en la que se ha ocupado de cuestiones relacionadas con el urbanismo. Formó parte del movimiento de investigación sobre las utopías urbanas de los años sesenta, Tange Soler, el grupo Archigram, y los situacionistas. Estudió física y filosofía y se interesó por la psicología y la fenomenología de la percepción. Estuvo influenciado por los gestaltistas, y en especial por Paul Guillaume y la escuela de Berlín, y en filosofía fue discípulo de Maurice Merleau-Ponty, Jean Whal y Vladimir Jankélévitch.

Desde la aparición de su obra titulada De la inseguridad del territorio, ha mantenido un estrecho contacto con Gilles Deleuze, autor con quien comparte muchos puntos de vista. Virilio arremete contra la servidumbre a la máquina y señala el gran peligro que supone el hecho de que la información, especialmente la mediatizada por la televisión, está aboliendo los hechos. Contra la manipulación de la memoria colectiva por los medios de comunicación, se proclama defensor de la memoria individual. Reclama la necesidad de un auténtico pensamiento de la técnica ya que, según él, desde la Segunda Guerra Mundial se está viviendo un período de regresión acompañado, no obstante, de un aumento espectacular de desarrollo de las técnicas, pero que carece de una dimensión reflexiva que solamente sitúa el pensamiento de la técnica en el ámbito de lo publicitario. Señala también que el tratamiento de las imágenes a través de la pantalla prefigura un tratamiento del espacio y del tiempo falso, en el que cualquier acontecimiento se convierte en el doble transfigurado de sí mismo, dando lugar a la que él llama la sociedad dromoscópica. Ello incide en la concepción misma de la democracia, ya que vemos redefinirse la política a partir de su relación con las imágenes, no ya a partir de un discurso bien trabado y razonado, lo que amenaza con la desaparición del discurso y con el fin de la crítica, es decir, de un razonamiento fundado en el lenguaje. A esta paulatina disolución del discurso la acompaña una estética evanescente de la desaparición: el objeto desaparece a fuer de estar constantemente en movimiento.


Estos aspectos configuran un olvido colectivo, ya que solamente el lenguaje sirve como intermediario de la memoria. Por ello, a partir del momento en que la sociedad privilegia la imagen, engendra un drástico cambio de civilización regido por un nuevo imperialismo técnico de la memoria colectiva impuesto por la tele-presencia de las redes de televisión, que puede llegar hasta la desaparición de la subjetividad del hombre y de su lenguaje poético. Por todo ello, Virilio considera que los tres enemigos principales de nuestra cultura son: la tecnocracia, los artefactos emisores de imágenes y la publicidad, que nos han conducido a la mencionada sociedad dromoscópica, regida por la telepresencia que aniquila el espacio a manos del tiempo electrónico, el cual, a su vez, ha pulverizado y desarticulado el tiempo mismo.

Esta aniquilación del espacio se manifiesta fundamentalmente en la guerra, en el urbanismo y en la vida cotidiana. Las guerras contemporáneas, debido a la potencialidad destructiva posibilitada por la técnica, se extienden en el tiempo (y a través de los media) más que en un espacio determinado, dando lugar a la aparición de un poder a-nacional. En el aspecto cotidiano esto se manifiesta en todos los ámbitos, pero muy especialmente en la arquitectura y en los transportes urbanos (una síntesis de ambos la proporcionan los aeropuertos, verdadero símbolo de la no-arquitectura contemporánea según Virilio). La gente vive en los medios de transporte y, cuando habitan sus hogares, no toman posesión del espacio, sino que, mediante el mando a distancia, mediante la tele-electrónica, dan las órdenes oportunas para mantener ciertos niveles de confort sin habitar realmente el espacio.

Siguiendo este mísmo ámbito de reflexión, Virilio no sólo se manifiesta en contra de los efectos políticos de los avances de las tecnologías del transporte y de la comunicación, sino que profundiza su crítica al ciberespacio, que conduce, según él, a un empequeñecimiento del mundo. Las nuevas tecnologías del ciberespacio ejercen una actividad depredadora sobre la forma ciudad. A la deforestación de los bosques le corresponde la creación de grandes concentraciones urbanas con suburbios desestructurados, sin paisaje y sin alma. Y las consecuencias de este movimiento, que permiten un accidente o una catástrofe generalizada debida a la gran dependencia de los medios tecnológicos, son la profundización del nihilismo.

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