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Nacimiento:27 abril 1820en DerbyMuerte:8 diciembre 1903en Brighton

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Filósofo evolucionista inglés. Nació en Derby, y siendo hijo de un maestro que quiso ensayar en su hijo sus teorías pedagógicas, fue autodidacta. Trabajó como ingeniero y como periodista económico, y fue amigo de T. Huxley, de Francis Galton, del famoso físico James C. Maxwell, del antropólogo James G. Frazer, y de J. Stuart Mill. A los cuarenta años concibió un vasto sistema filosófico evolucionista, con anterioridad a Darwin, que desarrolló a lo largo del resto de su vida. Por ello, saludó la aparición del darwinismo como una corroboración de sus concepciones, e integró el evolucionismo darwiniano en sus sistema filosófico, en el cual desarrolló la idea de que la evolución, entendida como concepto unificador, rige toda la realidad fenoménica, desde el sistema solar hasta las especies animales; desde la naturaleza inorgánica hasta las sociedades, la moral y la vida del espíritu, que en cierta forma se hereda. Ejerció una gran influencia en la filosofía y en la cultura de finales del siglo pasado, especialmente sobre Bergson.

Para Spencer el proceso evolutivo es un proceso no teleológico que marcha siguiendo un doble compás: a) el de la fijación de energía, caracterizado por el despliegue, especialización y diferenciación de lo simple a lo complejo, y b) el de la descomposición o liberación de energía. Es, pues, un proceso que va de lo simple a lo complejo y de lo homogéneo, indeterminado e incoherente, a lo heterogéneo, determinado y coherente, regida por los principios de la conservación de la materia y de la energía. En la misma medida en que se produce una disgregación de la materia, hay una absorción de energía, lo que engendra la que el llama la ley del ritmo (alternancia entre ascenso y caída en la evolución y desarrollo de todos los fenómenos). Esta ley fundamental de la evolución la formuló de la siguiente manera: «integración de materia y disipación concomitante del movimiento, en la que la materia pasa de un estado de homogeneidad incoherente indefinida, a una heterogeneidad coherente definida». Además, identificó evolución con progreso, y concibió la vida como un ajuste constante entre el entorno externo y el mundo interno de cada viviente.

Sustenta una concepción fenomenista del conocimiento, es decir, afirma que la ciencia y la filosofía están limitadas al conocimiento de lo dado, de lo relativo y fenoménico. Sin embargo, el mundo fenoménico es la manifestación de la evolución de un absoluto incognoscible, es manifestación de una fuerza de la que nada podemos saber, ya que no es ni de naturaleza material ni espiritual, pero se manifiesta desplegándose, sin ninguna finalidad, en diversos procesos evolutivos. La existencia de esta realidad incognoscible (tesis inspirada en Hamilton y Mansel) es utilizada por Spencer para señalar que no hay contradicción entre ciencia, filosofía y religión, ya que ésta, en última instancia, se limita a afirmar que la existencia del mundo y todo lo que nos rodea es un misterio que siempre necesita ser interpretado y, aunque todas las religiones yerran al dar esta interpretación, su misión es la de manifestar el carácter inescrutable de lo absoluto. Si la tarea de la ciencia es el conocimiento de los aspectos concretos de las diversas formas de la evolución (conocimiento parcialmente unificado), la de la filosofía es el conocimiento sintético de esta evolución. Para realizar su programa, al que llama sistema de filosofía sintética, Spencer fue estudiando las diferentes formas de manifestarse la evolución en la biología, la psicología, la sociología y la ética.

En el terreno de la política y la moral, Spencer, que consideraba que los principios de la ética tienen una base biológica (tesis que estará en la base de las concepciones del darwinismo social), defendió una forma extrema de liberalismo (ver texto), y sostenía que el ser humano, producto más perfecto de la evolución biológica, cultural y espiritual, está organizado en sociedades cuya evolución superorgánica conduce necesariamente al individualismo, que es manifestación de una cualidad moral superior y, en dicho proceso evolutivo, la intervención del Estado es perturbadora, razón por la cual aboga por dejar la sociedad a la espontaneidad que rige su evolución, ya que el Estado, en cuanto que no tiene conciencia propia, no es realmente un producto fiel al proceso evolutivo. En una sociedad más desarrollada, sustentada en el individualismo, habrá una perfecta concordancia entre egoísmo y altruismo, ya que la evolución moral hace coincidir, cada vez más, la satisfacción del individuo con el bienestar de los demás. Las verdades que consideramos a priori, tales como las leyes matemáticas y lógicas, las nociones de espacio, tiempo o causalidad, por ejemplo, así como los valores morales, son fruto de una herencia transmitida por nuestros antepasados, herencia de la especie que va mejorando en el curso de la evolución.

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