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Nacimiento:1913en ValenceMuerte:2002en Châtenay-Malabry

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Filósofo francés, nacido en Valence en 1913, fundador de una hermenéutica filosófica entendida como filosofía de la reflexión.

Estudió en Rennes e impartió enseñanza en diversos institutos de bachillerato. Posteriormente fue profesor en las universidades de Estrasburgo (1950-55), París-Sorbona (1956-1966) y París Nanterre (1966-1978). También ha enseñado en el departamento de teología de la Universidad de Chicago.

La filosofía de Paul Ricœur se incardina en la tradición fenomenológica francesa (junto a autores como Emmanuel Lévinas, Merleau-Ponty o Mikel Dufrenne), y es heredera tanto de la fenomenología de Husserl (del que Ricœur fue traductor), de Scheler y de Pfänder, como del existencialismo de Jaspers y Marcel. También mantuvo una estrecha relación con el movimiento personalista encabezado por E. Mounier. Pero la obra de Ricœur, que no aspira a una sistematicidad, se efectúa en un diálogo permanente con estos y otros autores (especialmente con la obra de Heidegger, pero también de Schopenhauer y de Fichte), y con la fenomenología de la religión, la lingüística, el psicoanálisis, el estructuralismo o la exégesis bíblica, para culminar en la que él llama una filosofía reflexiva constitutiva de una hermenéutica filosófica que, por su amplitud y ambición, es comparable a la de Gadamer.

El objetivo de Ricœur es llegar a identificar el ser del yo, que desborda los límites de un yo entendido simplemente como sujeto cognoscente, pues engloba también la libertad y posibilidades que van más allá del conocimiento objetivo y de la experiencia sensible. Descartes, Kant, Fichte o Husserl, por ejemplo, han sido filósofos de la reflexión que han intentado establecer el yo del pensamiento (del cogito) como primera verdad. Un yo que en Kant ha quedado reducido a sujeto trascendental, pero también a libertad y moralidad, y que aparece como espíritu en Hegel, como vida en Bergson, inconsciente en Freud, o ser-en-el-mundo en Heidegger. Pero la auténtica re-flexión no es una intuición del yo, y el yo pienso es solamente una verdad vacía y abstracta. Solamente puede hallarse en sus objetivaciones: en sus actos, objetos y obras. Pero estas objetivaciones deben ser interpretadas, lo que exige una hermenéutica que ponga al descubierto que el cogito, lejos de ser una certeza evidente es lo más problemático, y no puede reducirse a ser el mero sujeto del conocimiento, sino que es un existente real que no puede aprehenderse directamente a sí mismo.

Con ello, Ricœur entra en conflicto no sólo con Descartes y con la filosofía que identifica reflexión con intuición, sino que también entra en conflicto con la fenomenología husserliana que quiere hallar el fundamento de los actos noéticos. Inspirándose en Heidegger, reconocerá que el ser-en-el-mundo es anterior a la reflexión y precede a la constitución de un yo enfrentado como sujeto a un mundo objetual. El sujeto que pregunta pertenece a la realidad sobre la que se interroga, pero se marca una distancia entre el yo y los actos en los que se objetiva. Solamente la hermenéutica basada en el análisis del los signos y los símbolos permite la comprensión ontológica, y permite entender la reflexión como una actividad de interpretación de los signos en los que el yo se objetiva. Una vez se ha descartado entender la reflexión como intuición o como comprensión directa, sólo queda la posibilidad de ver que está mediatizada por los signos. De esta manera, la misma noción de la identidad del yo aparece dependiente de la interpretación de los signos, de los símbolos, del lenguaje; porque la función simbólica es condición de posibilidad del yo.

Pero no existe una única hermenéutica o un único método de interpretación de los signos lingüísticos. Para Freud, por ejemplo, los símbolos aparecen como disfraces de deseos reprimidos. En cambio, para Eliade son la manifestación plena de la hierofanía, o revelación de lo sagrado. Esto muestra lo que Ricœur llama el conflicto de las interpretaciones: por una parte, es posible entender la interpretación como manifestación de la sospecha; por otra parte, puede entenderse como restauración plena del sentido. Ricœur, que acuño la expresión «los maestros de la sospecha», para referirse a Marx, Nietzsche y Freud, observa cómo estos autores desvelan un significado oculto: Marx desvela la ideología como falsa conciencia o conciencia invertida; Nietzsche desenmascara los falsos valores; Freud pone al descubierto los disfraces de las pulsiones inconscientes. Estos autores dan la pista de una de las formas de la hermenéutica. Pero Ricœur cree que, junto a la hemenéutica de la sospecha, debe realizarse una hermenéutica de la escucha capaz de captar plenamente el sentido. La hermenéutica de la sospecha, nacida de Marx, Nietzsche y Freud, conduce a una arqueología del sujeto que busca la identificación de las ilusiones de la conciencia más allá de los intereses o motivaciones escondidas. Pero debe complementarse con la fenomenología de lo sagrado o con la fenomenología del espíritu, porque una filosofía reflexiva -dice Ricœur- debe buscar la complementariedad de interpretaciones antitéticas, e incluir los resultados de los distintos métodos que intentan descifrar e interpretar los signos y los símbolos (ver texto).

Pero no es por un afán sincrético o ecléctico que Ricœur busca esta complementariedad entre la hermenéutica desmitificadora y reductiva de la sospecha y una hermenéutica remitificadora o de promoción de sentido, sino porque el signo, el símbolo y el lenguaje, ocultan más que muestran, y porque se da realmente una doble significación del simbolismo. Por ello, el símbolo tiene siempre una doble lectura: una, desde la hermenéutica de la sospecha, y otra, desde la hermenéutica de la escucha. Por ello, ambas son legítimas y complementarias. A su vez, ambas coinciden en considerar la conciencia como el punto de llegada de la interpretación, no como el punto de partida, lo que está en la base misma de la consideración que hacía Ricœur de su filosofía de la reflexión: el yo no es un dato, sino un resultado. Y los dos grandes modelos los proporcionan, por una parte, el psicoanálisis de Freud y, por otra, la Fenomenología del espíritu de Hegel. Desde la primera perspectiva, es posible una ontología del sujeto que considere la conciencia a través de la confrontación con las ilusiones y los mecanismos de ocultación. Desde la segunda, la conciencia adquiere su sentido a través de una progresión dialéctica en que cada etapa es explicada por la anterior. Así, el yo es explicado tanto por su arqueología como por su teleología.

Esto, por su parte, se relaciona con el problema del círculo hermenéutico (la necesidad de una comprensión previa a toda comprensión). Esta problemática, que Heidegger enfoca desde el estudio de la pre-comprensión o que Gadamer enfoca desde la rehabilitación de los pre-juicios, es estudiada por Ricœur como una manifestación del círculo de la creencia: creer para comprender, comprender para creer.

En sus últimos estudios, especialmente en Tiempo y narración, Ricœur examina la estructura de la temporalidad y el papel de la metáfora como elementos pertinentes para la hermenéutica, y culmina la transformación de la fenomenología husserliana en el sentido de la filosofía de la reflexión que ya hemos apuntado anteriormente. La tesis heideggeriana de la pertenencia del yo a su mundo ya marcaba una distancia con respecto de Husserl, y señalaba que la comprensión sólo puede realizarse a partir de esta pertenencia del yo al mundo, que se manifiesta a través del lenguaje. Por tanto, no es posible alcanzar un hipotético fundamento noético, como quería Husserl. A su vez, el estudio de la metáfora provoca una redescripción de la experiencia en el ámbito de los valores, y el estudio de la narración permite una redescripción en el orden del obrar y en el orden de las nociones temporales. El tiempo es tiempo humano porque está articulado de manera narrativa. Por ello no es tampoco posible una comprensión noética o intuitiva del tiempo, razón por la que la identidad del yo se relaciona con la capacidad de poder seguir una narración.

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Bibliografía

Del autor

  • Ricoeur, Paul, Amor y justicia. Caparrós, Madrid, 1993.
  • Ricoeur, Paul, El conflicto de las interpretaciones. La Aurora, Buenos Aires, 1976.
  • Ricoeur, Paul, Finitud y culpabilidad. Trotta, Madrid, 2004.
  • Ricoeur, Paul, Freud: una interpretación de la cultura. Silo XXI, México, 1999.
  • Ricoeur, P., Hermenéutica y psicoanálisis. Aurora, Buenos Aires, 1975.
  • Ricoeur, Paul, La memoria, la historia y el olvido. FCE, Buenos Aires, 2004.
  • Ricoeur, Paul, La metáfora viva. Trotta, Madrid, 2001.
  • Ricoeur, P., Le Conflit des interprétations. Essais d'herméneutique. Seuil, París, 1969.
  • Ricoeur, Paul, Lo justo. Caparrós, Madrid, 1999.
  • Ricoeur, Paul, Lo justo. Trotta, Madrid, 2008.
  • Ricoeur, Paul, Lo voluntario y lo involuntario. Docencia, Buenos Aires, 1976.
  • Ricoeur, Paul, LaCocque, André, Pensar la Biblia. Herder, Barcelona, 2001.
  • LaCoque, A.; Ricoeur, P., Pensar la Biblia. Herder, Barcelona, 2001.
  • Ricoeur, Paul, Sobre la traducción. Paidós, Buenos Aires, 2005.
  • Ricoeur, Paul, Sí mismo como otro. Siglo XXI, Madrid, 1996.
  • Ricoeur, Paul, Tiempo y narración (3 vols). Siglo XXI, México, 1995.

Relaciones geográficas

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