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(del griego ἀνάγκη, anankhé, necesidad) En las primitivas teogonías designa, conjuntamente con la noción de moira (fatalidad), la necesidad inexorable que se da en la physis. Platón utiliza también esta concepción mítica en el mito de Er (República, X, 616c -621a), donde habla de ἀνάγκη, madre de las parcas (traducción latina del griego moiras), que ocupa el trono situado en el centro del universo y maneja el huso formado por ocho torteras que rigen el movimiento uniforme de las esferas celestes y el destino del universo, mientras sus hijas, las parcas Láquesis, Cloto y Atropo, cantan al son de las Sirenas las cosas pasadas (Láquesis), las presentes (Cloto) y las futuras (Atropo). Con ello Platón, utilizando metafóricamente las viejas creencias míticas cosmogónicas y teogónicas, también sitúa a la necesidad como rectora inexorable de las leyes de la naturaleza. No obstante, mientras que la necesidad rige los destinos de las esferas celestes, no sucede lo mismo con la conducta humana, ya que ésta no es impuesta por el hado, sino que es el hombre mismo quien elige su destino, lo que garantiza la libertad de la voluntad humana e impone la responsabilidad a la conducta de los hombres, exculpando a los dioses de las calamidades e injusticias. En el Timeo vuelve a hablar de la anankhé entendida como ausencia de finalidad. La anankhé rige la materia desorganizada, carente de telos o finalidad. Es el elemento limitador, en cierto modo, la resistencia que debe vencer el demiurgo para ordenar el mundo y convertirlo en cosmos a partir de la imitación de las ideas. Por ello, el cosmos (ϰόσμος) procede del nous y de anankhé, que en cierta forma es el soporte de todo llegar a ser, que abre el lugar o espacio (χώρα, khora) donde se da el mundo material. (Timeo,47e-48a, ver texto ).