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(del griego ἀνάμνησις, anámnesis, recuerdo o reminiscencia) En la tradición órfica y pitagórica va unido a la metempsicosis o transmigración de las almas, designando en este caso el recuerdo de las vidas anteriores).

Algunos autores han utilizado este término en diversos sentidos. Así, Croce, por ejemplo, considera el conocimiento histórico como una forma de anámnesis, ya que esta forma de conocimiento permite, mediante los documentos históricos y los restos arqueológicos, el re-conocimiento o reminiscencia del pasado. Para Freud, el recuerdo (anámnesis) es la finalidad fundamental de la terapéutica psicoanalítica, ya que mediante la acción de la memoria (mnésis) se pueden restituir acontecimientos pasados (reminiscencias) que inconscientemente influyen de un modo directo en la vida presente.


Pero el sentido filosófico más importante de este término es el que consagró Platón, autor que, además, fue el primero que lo utilizó.

___Platón___

Platón introduce este concepto en el Menón (80e - 81e), y lo sigue mencionando en el Fedón (72c y siguientes), en el Fedro (72e-77a, 249b-250a), en La República 604d, y en las Leyes 732a. En el Menón (81b) afirma que investigar y aprender son, en definitiva, anámnesis (ἀνάμνησιν). En este diálogo entre Sócrates y Menón (discípulo del sofista Gorgias, que había afirmado que «si algo existiese no podría ser conocido, y si algo pudiese ser conocido no podría ser comunicado por medio del lenguaje»), se plantea la cuestión del principio heurístico según el cual conocer o aprender es un proceso imposible a menos que ya se conozca de alguna manera aquello que se busca, puesto que no es posible investigar lo que ya se sabe (si ya se sabe, ¿para qué buscarlo?), ni es tampoco posible investigar lo que no se sabe (si no se sabe qué investigar, ¿cómo investigarlo y cómo saber que lo hemos hallado?). Ante ello Platón sostiene, en conexión con su teoría de las ideas, que aprender consiste en «recordar», y que el conocimiento es una anámnesis o reminiscencia. Según Platón esto es así porque el conocimiento no es un proceso que discurre de un saber a otro saber, o de la absoluta ignorancia al saber, sino un tránsito entre la presencia de lo imperfecto y el «recuerdo» de lo perfecto que lo suscita. La presencia (de lo imperfecto) procede del mundo cambiante de la sensación, mientras que la «reminiscencia» (de lo perfecto) procede de la idea comprendida por el razonamiento (Fedro 248e y siguientes, ver texto ). La idea es, pues, condición de posibilidad del conocimiento, de manera que no puede haber conocimiento sensorial si no es por referencia a una idea. ¿Cómo podría conocer que esa mesa es cuadrada -información que me proporcionan los sentidos- si no supiera ya de antemano qué es ser cuadrado? En definitiva, para Platón, los sentidos suscitan en nosotros la anámnesis de las ideas, que son la verdadera realidad, inmutable y eterna a partir de las cuales podemos propiamente conocer.

Utilizando los mitos órfico-pitagóricos como metáfora, Platón afirma que conocer consiste en «recordar» las ideas. Como si el alma humana -por ser inmaterial e inmortal- hubiera formado parte, a lo largo de diversas preexistencias, de la misma realidad inteligible y transmundana de las ideas, antes de caer prisionera de la materialidad corporal (ver texto ). Pero esta afirmación de las sucesivas reencarnaciones o transmigraciones del alma (metempsícosis) debe entenderse, como casi todo en la obra de Platón, en clave metafórica. En realidad, expresa, dicho con elementos mitológicos, que el espíritu humano forma parte del mundo inteligible de las ideas, del que en realidad son parte tanto las ideas como los objetos inteligibles.

Para ilustrar esto, Platón propone el conocido ejemplo del esclavo de Menón que, sin instrucción alguna, y partiendo solamente del hecho de conocer la lengua («¿es griego y habla griego?», pregunta Sócrates a Menón refiriéndose al esclavo que le acompaña; Menón, 82b), es capaz -siguiendo las sugerencias que le va formulando Sócrates (el maestro)- de descubrir por sí mismo el teorema de Pitágoras (la duplicación del área de un cuadrado no se consigue duplicando la longitud de su lado, como ingenuamente dice -sin pensar- el esclavo, sino edificando el nuevo cuadrado sobre la diagonal del primer cuadrado). A través, pues, de unas preguntas dirigidas por Sócrates el esclavo de Menón resuelve el problema. La labor del maestro no es la de comunicar saberes, como pretendían los sofistas, sino la de facilitar la labor de pensamiento: «no se alcanza el saber enseñándolo a alguien, sino preguntándole, y como sacándole la ciencia de sí mismo» (Menón, 85b). De esta manera, por lo que hace al esclavo -puesto que nadie le ha dado la respuesta, nadie le ha dado desde fuera la solución, sino simples orientaciones que le facilitan la capacidad de pensar-, se concluye que el esclavo conoce porque re-conoce (recuerda), a través del pensamiento. Este re-conocimiento es el recuerdo o reminiscencia del que habla Platón. El esclavo de Menón, convenientemente dirigido por el maestro (que no sustituye la función de pensar, pero que la acelera), encuentra en su propia racionalidad la respuesta al problema (en una forma especial del «conócete a ti mismo»). Puesto que obtiene dicha respuesta en sí mismo, Platón dice que ya la poseía y que, por tanto, el conocimiento es una reminiscencia: «si no ha adquirido -en la vida presente- las nociones geométricas, es del todo necesario que las haya tenido en otro tiempo y que él estuviera provisto de ellas con antelación» (Menón,86a; ver texto ).

Esta reminiscencia del esclavo es posible porque su racionalidad pertenece al mundo del logos , que es común para todos los seres racionales, y que se le abre al hombre por medio del lenguaje. El conocer como re-conocer o reminiscencia es posible por medio del lenguaje, ya que la lengua sí que es un dominio preexistente al esclavo. No se trata, pues, de la preexistencia del alma, sino de la preexistencia del lenguaje. La lengua existe ya antes de que el esclavo la utilice y, al utilizarla, cada hablante trae hasta el presente (re-presenta) los significados de las palabras. Ésta es la interpretación que ofrece Emilio Lledó bajo el nombre de la memoria del logos (ver texto ).

Pero el ejemplo del Menón gira alrededor de nociones geométricas. El hecho de que se trate de una deducción matemática, referida a objetos ideales, tales como números, cuadrados, ángulos, triángulos y «otras cosas emparentadas con éstas» (República, 510c), cuya existencia no es como la de las cosas que captan nuestros sentidos, añade un aspecto importante a la concepción platónica de la anámnesis: la posibilidad de ésta radica en la comprensión que el mismo esclavo tiene de estas nociones, comprensión que actúa como el nexo de unión entre dichas nociones y el lenguaje mismo. Por ello, conociendo el lenguaje («es griego y habla griego»), y comprendiendo los conceptos geométricos de los que se habla, el esclavo puede encontrar en su racionalidad, que se expresa a través del lenguaje, el teorema que deduce. Es la existencia de objetos ideales, tales como los números, los triángulos, los círculos y las figuras parecidas y la existencia de entidades como la belleza, la justicia, la amistad y todo el conjunto de entidades ideales -que el hombre alcanza por medio del lenguaje-, la que permite el conocimiento de las entidades reales y sensibles, ya que solamente remitiendo éstas a aquéllas es posible el conocimiento.

Es decir, el conocimiento de una cosa supone convertirla en conciencia propia, pero esto solamente es posible mediante la ayuda de los objetos ideales a los que nos remiten las palabras. Esta relación dialéctica entre las entidades ideales o ideas y las entidades reales, entre lo real y lo inteligible, y entre lo inteligible y lo real, es propiamente el proceso del conocimiento. El re-conocimiento en lo real de lo que pertenece al mundo inteligible es la anámnesis, y esta se basa en el logos como lenguaje, y se realiza por la capacidad significadora del lenguaje. Así, el proceso del conocimiento es, según Platón, un discurso (logos) que el alma mantiene consigo misma (Teeteto, 189e, Sofista 263e). Por ello, el momento fundamental del desarrollo del proceso de la anámnesis en el Menón es el del diálogo del esclavo consigo mismo. Pero tal diálogo interior solamente es posible porque el mundo inteligible se manifiesta en el lenguaje, que mantiene una doble relación: con las cosas y con las ideas. Por esto, el conocimiento y el aprendizaje no debe entenderse -como sostenían los sofistas- como una simple transmisión de saberes, sino que se fundamenta en aquel trasfondo de la realidad que se manifiesta en el lenguaje y que es objeto de la ontología. Tal es, pues, el sentido de la anámnesis, de manera que la interpretación de esta noción filosófica está muy alejada del mito inicial y de las supuestas resonancias órfico-pitagóricas de una pre-existencia, ya que la noción de preexistencia del alma es solamente un recurso retórico empleado por Platón.


___S. Freud___

En el psicoanálisis de Freud, el recuerdo (anámnesis ) actúa como el núcleo de terapéutica psicoanalítica ya que, según dicha teoría, la memoria (mnésis) permite restituir acontecimientos pasados (reminiscencias) que inconscientemente influyen directamente en la vida presente. Freud descubrió este método en su análisis de la paciente Ana O., y lo bautizó con el nombre de talking cure, ya que la reminiscencia se efectuaba a partir de la narración de la paciente: la manifestación mediante palabras de un síntoma llevaba al desenmascaramiento de otro, y a la toma de conciencia (como opuesta a lo inconsciente) de los problemas o traumas originadores de los desequilibrios psíquicos. En esta representación hablada reaparecen y se reactualizan toda una serie de presencias, como lo ha destacado Jacques Lacan (ver texto ), para quien el mismo inconsciente se estructura como un lenguaje.

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