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Comunión personal y dialógica entre Dios y el hombre, que Dios, llevado por su amor absolutamente libre, ha instituido en la historia para ayudar al hombre a su salvación. El Antiguo Testamento la describe con el vocablo berit que significa originariamente un contrato de asociación de naturaleza sacra. Desde Noé (Gén 9, 8-17), Dios toma la iniciativa y establece una comunión con el hombre por pura gracia. En el Sinaí queda cerrada la alianza con todo el pueblo de Israel por la que Dios exige al hombre obediencia. El Nuevo Testamento porta como mensaje esencial la idea de que Dios ha realizado en Jesucristo una «nueva alianza» que sella con la sangre de Jesús (Lc 22, 20) en el relato de la cena. Desde el aspecto soteriológico, se define una voluntad salvadora por parte de Dios que recorre toda la historia de la humanidad y que en Jesucristo revela una vinculación más íntima entre Dios y el hombre.