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Campo de investigación interdisciplinar que comprende el estudio del proceso del conocimiento en el hombre, los animales y las máquinas. Parte de una teoría del conocimiento que supone que conocer es recibir información y que el cerebro es un centro procesador de la misma, igual como lo son las máquinas computadoras. No se afirma que el cerebro sea una máquina como un computador, sino que el funcionamiento del cerebro, que es un máquina bioquímica, es análogo al de un computador. Las ciencias cognitivas estudian especialmente la inteligencia y los «sistemas inteligentes», con particular atención a su aspecto computacional.

No existe, pues, una ciencia cognitiva, sino que más bien cabe hablar de un ámbito común a diversas ciencias (la lingüística de origen chomskyano, la inteligencia artificial -con autores como Minsky, Newell y Simon-, las neurociencias -con autores como Penfield, Hubel, Weizkanz, Wiesel-, la psicología -con autores como Miller, Brunel, Nisbett-, ciertos estudios de la antropología cultural de base estructuralista, y la filosofía de la mente). El objeto de estudio interdisciplinar que relaciona dichas ciencias es el de la «cognición», entendida como el conjunto de maneras mediante las cuales un sistema, tanto natural como artificial, adquiere, almacena y trata la información. A su vez, dicha información puede ser de tipo perceptivo (procedente de los sistemas sensoriales), de tipo simbólico (vehiculada por el lenguaje) o de otros tipos (como las imágenes y esquemas generados por los medios de comunicación). De esta manera las ciencias cognitivas abarcan un amplio campo de investigación relacionado con las actividades mentales, la sensación, la memoria, el pensamiento y el conocimiento, y han mostrado que dichos procesos cognitivos pueden estudiarse empíricamente.

Origen de las ciencias cognitivas

Como tendencia, las ciencias cognitivas comienzan a aparecer paralelamente en diversas disciplinas que, a partir de los años cincuenta, empiezan a estudiar la inteligencia como un proceso de transformación de información (es decir, como la manipulación de símbolos de mayor o menor abstracción). Las ciencias cognitivas parten, pues, de la base de la existencia de un nivel de representación propio a los procesos mentales y postulan la posibilidad de estudio y modelización de este nivel de representación, a un mayor nivel de abstracción que el nivel de estudio biológico o neurológico, pero más concreto que el nivel de representación cultural o social.

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En general, dichas ciencias consideran que el estudio de la inteligencia, el conocimiento, o la mente, puede emprenderse ignorando, al menos inicialmente, los aspectos culturales, históricos o emocionales del individuo. Se trata de llegar a comprender la estructura simbólica del razonamiento y sus procesos de transformación. Esta tendencia plantea una verdadera revolución en cuanto a las metodologías y objetivos de las disciplinas interesadas en el estudio del individuo, el conocimiento y el razonamiento.

De entre estos cambios metodológicos destaca la consolidación del ordenador, manipulador de símbolos por excelencia, como herramienta esencial de modelización y verificación para el investigador cognitivo, que, para abarcar los diferentes aspectos cognitivos del proceso de razonamiento, precisa, además, de un acercamiento intrínsecamente interdisciplinario. Las principales disciplinas implicadas en esta tendencia son: la filosofía, la psicología cognitiva, la neurobiología, la lingüística, la inteligencia artificial y la antropología.

Las diversas ciencias cognitivas

La psicología cognitiva nació para superar las limitaciones y contradicciones que planteaba el conductismo, basado en el estudio del comportamiento social y la comprensión de todo proceso mental mensurable por el modelo de arco reflejo, y que había dominado casi totalmente la psicología desde principios del siglo XX. Esta teoría, intrínsecamente a-mental, se revelaba incapaz de plantear una metodología de estudio cognitivo o una teoría coherente con los primeros experimentos «cognitivos» tanto en psicología como en neurobiología o antropología. Existían algunas alternativas como la psicología de la Gestalt, o las teorías de aprendizaje y resolución de problemas de Piaget. La aparición del ordenador (una máquina dotada de memoria y capaz de manipular símbolos para resolver problemas) y el auge de la teoría de la información (que ofrece un marco formal y objetivo para el estudio de la transmisión y formación de símbolos), dieron una nueva legitimidad y un nuevo curso a la psicología del razonamiento. Durante los años siguientes, un gran número de experimentos afianzaron la psicología cognitiva. Citemos, por ejemplo, el experimento de Sternberg en el que se demostraba que cada elemento adicional de información, en una lista de elementos desconocidos por un sujeto, aumenta de 30 a 40 milisegundos el tiempo de búsqueda necesario; o el «mágico número 7» de Miller, quien muestra que el número de elementos memorizables en un corto tiempo es limitado y que dicha limitación es superada habitualmente por la aglomeración (chunking) de elementos, según categorías comunes, para reducir la información a memorizar a un número reducido y constante (de ahí el mágico número 7) de elementos. Experimentos de este tipo dejan intuir por primera vez en la historia de la psicología la «maquinaria» de la mente: una búsqueda secuencial de los elementos en la memoria con un tiempo constante de búsqueda por elemento, un número constante y reducido de «espacios de memoria» capaz de contener una cantidad de información limitada. A diferencia de las «maquinarias» sociales, introspectivas o subconscientes de la psicología anterior, los psicólogos cognitivos se enfrentan a un problema mensurable y causal, al que se pueden aplicar las «ciencias duras» (las matemáticas y la física, especialmente), que tantos éxitos han tenido en otras ciencias como la biología, la química, etc.

La lingüística entra en la esfera del cognitivismo con la intención similar de formalizar, bajo un marco matemático (axiomatizable), el enorme conjunto de conocimientos y teorías lingüísticas desarrolladas desde principios de siglo. Uno de sus primeros y más importantes representantes es Noam Chomsky, quien postula la necesidad de un conjunto de «reglas» o «mecanismos» cognitivos detallados, capaces de detectar las diferentes posibilidades de construcción de una frase y las relaciones sintácticas entre familias de frases. Chomsky cree que estas reglas o mecanismos, utilizados inconscientemente por el orador, pueden llegar a ser descritas y modelizadas por el lingüista, bajo un formalismo de funciones y objetos o variables. Reencontramos, pues, en la lingüística, la misma intención cognitiva de la psicología: descubrir las reglas transformacionales de los «objetos» mentales que definen y limitan las diferentes actividades del razonamiento.

Junto con la filosofía, la antropología constituye el límite «superior» del campo de estudio de las ciencias cognitivas. Esta disciplina entra en la «revolución cognitiva» a través de los trabajos de investigadores que, como Lévi-Strauss, estudian las particularidades culturales y de razonamiento desde un planteamiento lingüístico independiente de las características históricas o contextuales de cada cultura, buscando reglas de comportamiento desde las cuales sea posible explicar y extrapolar comportamientos más complejos. Las tendencias antropológicas estructuralistas participan en la investigación cognitiva intentando explicar fenómenos culturales (por ejemplo. las estructuras de parentesco o la percepción del color) dando un mayor énfasis a las posibilidades individuales del razonamiento humano y un énfasis menor a los factores culturales o históricos de la especie.

Así como la antropología y la filosofía definen el límite superior del nivel representacional de la ciencia cognitiva, la neurobiología constituye el límite «inferior» o de nivel representacional menos abstracto, ya que trata estructuras neuronales y moleculares. La tendencia cognitiva dentro de esta disciplina se distingue por intentar llegar más lejos en su alcance experimental y utilizar la noción de proceso o función mental (como la percepción o la memoria) para profundizar en el estudio neurobiológico, tratando de encontrar el substrato neuronal de los diferentes procesos mentales. Karl Lashley y Donald O. Hebb son dos de los principales fundadores de esta tendencia. Ambos cuestionaron la noción aceptada del acto reflejo como elemento de base del funcionamiento nervioso y postularon la necesidad de elementos neuronales más complejos, organizados en conjuntos jerarquizados capaces de funcionar a diferentes velocidades y niveles de abstracción, sin los cuales sería imposible explicar procesos cognitivos tan complicados como la comprensión del lenguaje, la percepción de formas, el aprendizaje o la planificación. Algunos temas centrales abordados por los neurobiólogos cognitivos son los referentes al nivel de especificidad del sistema nervioso, su localización y plasticidad, y al alcance de la pre-determinación genética. La base neuronal de la cognición y la naturaleza física de la conciencia son también temas centrales de la neurobiología. La proximidad de estas reflexiones con las preocupaciones psicológicas, lingüísticas o antropológicas anteriormente descritas es evidente.

Si las anteriores disciplinas de las ciencias cognitivas se dedican a elucidar los mecanismos y representaciones responsables de la inteligencia, la inteligencia artificial (IA) parte en sentido opuesto y se propone la «construcción» de procesos inteligentes a partir de las posibilidades computacionales del ordenador, posibilidades cuyo alcance es desconocido aún hoy en día. La inteligencia artificial, a diferencia de las ciencias anteriores, nace paralelamente a la revolución cognitiva y se convierte, a la vez, en producto y base de las diferentes ciencias cognitivas. En un principio, la inteligencia artificial trata de formalizar una serie de problemas cuya resolución necesita una «inteligencia», y de resolverlos construyendo sistemas lógicos reducidos capaces de encontrar su solución. En este sentido, los investigadores tratan de construir una serie de «reglas de funcionamiento» que permitan a un ordenador la búsqueda de la solución de un problema, sin que esta solución esté en el programa original. Sus principales representantes e iniciadores son: Allan Newell, Marvin Minsky y John McCarthy. Posteriormente, las técnicas de la inteligencia artificial se diversificarán, e irán apareciendo nuevas metodologías -como los sistemas expertos, las máquinas que aprenden o las redes neuronales artificiales-, en parte, con la intención cognitiva de llegar más lejos en la modelización de los procesos inteligentes y, en parte, simplemente como respuesta a un mercado tecnológico que es capaz de aplicar los descubrimientos teóricos a la creación de máquinas más potentes.

La reflexión filosófica involucrada en el ámbito del paradigma cognitivista ha tratado básicamente de los presupuestos generales de los procesos mentales. En especial, se discute acerca de si la cognición de un sistema o de un organismo está constituida básicamente por representaciones mentales y sustentada por procesos particulares, como viene siendo frecuente concebir en el ámbito de las mencionadas ciencias. En general, los partidarios de las ciencias cognitivas distinguen distintos subsistemas o niveles: a) un nivel computacional -que especifica de manera abstracta la tarea a cumplir por parte del sistema u organismo-; b) un nivel algorítmico -que especifica la naturaleza de las informaciones a almacenar-; c) un nivel físico -que se refiere al estudio de la realización de estos procesos-. Los partidarios del funcionalismo psicológico han seguido este esquema, que conduce a una especie de neo-cartesianismo y a la renovación de una especie de neopsicología de las facultades. Pero no han tardado en surgir discrepancias sobre esta esquematización y sobre los supuestos que la sustentan. En especial, se ha tratado la cuestión del tipo de representación que utiliza el espíritu (que algunos autores han concebido como representación sintáctica o «lenguaje del pensamiento»). Por otra parte, se han señalado los límites de los modelos digitales y se ha considerado que los procesos mentales son, más bien, de tipo analógico. No solamente cabe hablar de representaciones sintácticas, sino también de representaciones de tipo continuo, más espaciales que simbólicas. Por ello, se tiende a considerar una estructura del espíritu de tipo modular (Fodor), como si la mente estuviese constituida por subsistemas distintos, y cada uno de los cuales tratase la información propia de su dominio. Desde otra perspectiva, se pone en cuestión la concepción de la analogía entre la mente y los ordenadores (Searle, por ejemplo).

En el seno de la filosofía cognitivista se han desarrollado distintas corrientes, como el funcionalismo psicológico, el conexionismo, el materialismo eliminativista, el emergentismo, etc. Para una descripción de dichas corrientes ver el artículo filosofía de la mente y términos relacionados.


</div> (Con la colaboración de Hugo Zaragoza Ballester).


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